[kəm'plaɪənt] acatador, conformista, obediente

martes, 2 de diciembre de 2008

Exportadores de muerte

Esta semana se va a firmar en Oslo un acuerdo firmado por más de 100 países para prohibir el uso de las bombas de racimo. Un acuerdo que tiene su origen en la reunión que hubo en Dublín el 11 de Mayo de este año. Fue un primer acercamiento por parte de 111 países (los integrantes de la OTAN) y en el que faltaron Estados Unidos, China, Israel y Rusia.
España ha dado un primer paso en este sentido, muy necesario y requerido ya, que es la destrucción de esas tipo de bombas que tenemos en nuestro arsenal, y dejarán de fabricarse en las dos empresas que elaboran esta munición, la aragonesa Instalaza y la alavesa Expal.


Creo que es una noticia por la que nos tenemos que alegrar, y también tenemos que rendir tributo a todos aquellos que han trabajado mucho tiempo para intentar acabar con estas "ejecuciones sin juicios" como las ha definido la ministra Chacón.

Así que debemos rendir un pequeño homenaje a Gervasio Sánchez. Nos ponemos en situación, la entrega de los premios Ortega y Gasset, en los que se reivindica el periodismo más comprometido. Gervasio ganó el premio en la categoría de periodismo gráfico por su fotografía "Sofía y Alia" (abajo) de la serie "Vidas minadas".

Allí había muchos miembros del Ejecutivo y muchos directores de periódicos, a quienes dirigió el siguiente discurso. Pues ninguno de los medios graficos reprodujo al día siguiente ni una linea del discurso de Gervasio. Así que os lo reproduzco íntegro para seguir creando una concienca del problema y para darle la mayor difusión posible.

Estimados miembros del jurado, señoras y señores:

Es para mí un gran honor recibir el Premio Ortega y Gasset de Fotografía convocado por El País, diario donde publiqué mis fotos iniciáticas de América Latina en la década de los ochenta y mis mejores trabajos realizados en diferentes conflictos del mundo durante la década de los noventa, muy especialmente las fotografías que tomé durante el cerco de Sarajevo.

Es un gran honor porque varios de mis mejores amigos a los que respeto profesionalmente pertenecen a la plantilla de este diario. Queridos Ramón Lobo, Guillermo Altares, Miguel Ángel Villena, Jorge Marirrodriga, Francesc Relea, Miguel Gener, Alberto Ferreras, Gorka Lejarcegui, incluso tú querido Alfonso Armada, a los que he nombrado y a los que tengo en mi mente, a todos vosotros que me apoyasteis en los momentos más duros os dedico este premio de todo corazón.

Quiero dar las gracias a los responsables de Heraldo de Aragón, del Magazine de La Vanguardia y la Cadena Ser por respetar siempre mi trabajo como periodista y permitir que los protagonistas de mis historias, tantas veces seres humanos extraviados en los desaguaderos de la historia, tengan un espacio donde llorar y gritar.

No quiero olvidar a las organizaciones humanitarias Intermon Oxfam, Manos Unidas y Médicos Sin Fronteras, la compañía DKV SEGUROS y a mi editor Leopoldo Blume por apoyarme sin fisuras en los últimos doce años y permitir que el proyecto Vidas Minadas al que pertenece la fotografía premiada tenga vida propia y un largo recorrido que puede durar décadas.

Señoras y señores, aunque sólo tengo un hijo natural, Diego Sánchez, puedo decir que como Martín Luther King, el gran soñador afroamericano asesinado hace 40 años, también tengo otros cuatro hijos víctimas de las minas antipersonas: la mozambiqueña Sofia Elface Fumo, a la que ustedes han conocido junto a su hija Alia en la imagen premiada, que concentra todo el dolor de las víctimas, pero también la belleza de la vida y, sobre todo, la incansable lucha por la supervivencia y la dignidad de las víctimas, el camboyano Sokheurm Man, el bosnio Adis Smajic y la pequeña colombiana Mónica Paola Ojeda, que se quedó ciega tras ser víctima de una explosión a los ocho años.

Sí, son mis cuatro hijos adoptivos a los que he visto al borde de la muerte, he visto llorar, gritar de dolor, crecer, enamorarse, tener hijos, llegar a la universidad.

Les aseguro que no hay nada más bello en el mundo que ver a una víctima de la guerra perseguir la felicidad.

Es verdad que la guerra funde nuestras mentes y nos roba los sueños, como se dice en la película Cuentos de la luna pálida de Kenji Mizoguchi.

Es verdad que las armas que circulan por los campos de batalla suelen fabricarse en países desarrollados como el nuestro, que fue un gran exportador de minas en el pasado y que hoy dedica muy poco esfuerzo a la ayuda a las víctimas de la minas y al desminado.

Es verdad que todos los gobiernos españoles desde el inicio de la transición encabezados por los presidentes Adolfo Suarez, Leopoldo Calvo Sotelo, Felipe González, José María Aznar y José Luis Rodríguez Zapatero permitieron y permiten las ventas de armas españolas a países con conflictos internos o guerras abiertas.

Es verdad que en la anterior legislatura se ha duplicado la venta de armas españolas al mismo tiempo que el presidente incidía en su mensaje contra la guerra y que hoy fabriquemos cuatro tipos distintos de bombas de racimo cuyo comportamiento en el terreno es similar al de las minas antipersonas.

Es verdad que me siento escandalizado cada vez que me topo con armas españolas en los olvidados campos de batalla del tercer mundo y que me avergüenzo de mis representantes políticos.

Pero como Martin Luther King me quiero negar a creer que el banco de la justicia está en quiebra, y como él, yo también tengo un sueño: que, por fin, un presidente de un gobierno español tenga las agallas suficientes para poner fin al silencioso mercadeo de armas que convierte a nuestro país, nos guste o no, en un exportador de la muerte.

Muchas gracias

GERVASIO SÁNCHEZ

1 comentario:

Anónimo dijo...

Si, la verdad es que es vergonzoso... ya se podrian meter las bombas por el culo los politicos... a lo mejor les gustan...